Coraline de Neil Gaiman
¿Te gustan los cuentos clásicos?¿Y que tengan una atmósfera oscura?¿Y los botones?
Hoy os traigo lo que creo que debería ser ya un nuevo clásico de la fantasía: Coraline de Neil Gaiman. Un libro que hace poco su cumplió su 20 aniversario y del que han sacado varias reediciones que merecen mucho la pena por las ilustraciones que incluyen. Y ya, ya sé lo de las acusaciones de acoso sexual contra Gaiman, por eso me gustaría aclarar que ésta entrada y mi opinión se centran en la OBRA, no en su autor. Así que, tomemos distancia entre ambos y empecemos. (Sí tú no te ves capaz de hacer esa distinción, puedes dejar de leer aquí, yo te voy a querer igual)
Lo primero que me gustaría decir, es que he leído el libro en inglés, y al contrario de lo que esperaba ha sido un plus. He de reconocer que nunca me ha motivado mucho leer en inglés (porque no disfruto tanto las historias, porque no me resulta ágil,... Inserte su excusa preferida) pero en esta ocasión, ésta historia ha roto mis prejuicios al respecto. El lenguaje, el ritmo, y ese toque a cuento de hadas clásico, al más puro estilo Alicia en el país de las maravillas, ha conseguido que tenga una inmersión total en la historia.
Para quien no sepa de qué va la historia o no haya visto la película que hicieron al respecto, os cuento un poco el argumento.
Coraline se acaba de mudar a una nueva casa. Una muy grande y muy vieja. Tan grande que está dividida en cuatro partes. Dos de ellas ocupadas por excéntricos vecinos de edad avanzada, la tercera que ocupa ahora por su familia y una cuarta que está vacía.
Al día siguiente de mudarse, Coraline explora las catorce puertas de su nuevo hogar. Trece se pueden abrir con normalidad, pero la decimocuarta está cerrada y tapiada. Cuando por fin consigue abrirla, Coraline se encuentra con un pasadizo secreto que la conduce a otra casa tan parecida a la suya que resulta escalofriante.
Pero ahí no acaba la cosa, esa OTRA casa está habitada por una copia de su familia, pero con una sutil diferencia: en vez de ojos, tienen botones cosidos en el rostro. El otro lado todo es más emocionante y atractivo para una niña como Coraline a la que le encanta explorar, y lo más importante, su otra familia desea que se quede allí con ellos... Para siempre.
Sí la premisa no te ha enganchado ya, es que no te motiva mucho la fantasía clásica al estilo de Lewis Carrol o los Hermanos Grimm, así que te doy permiso para que dejes de leer y hagas algo útil con tu vida...
¿Sigues aquí? Bien, bien. Sigamos adelante.
Cómo decía, la historia sigue el mismo patrón de los cuentos clásicos. La valiente e inconsciente niña se mete hasta el corvejón de la madriguera del conejo, y empieza a explorar aquel nuevo mundo, que parece igual que el suyo, pero pasado por un filtro chungo al estilo Silent Hill o Tim Burton. Allí, su Otra Madre, que ejerce el rol de "Extraño benefactor", la ofrece todo aquello que Coraline cree que anhela. En ese otro lado la gente no sé equivoca con su nombre, la escuchan, la cuidan, le hacen comida casera... Lo que hace que la oferta de quedarse para siempre sea difícil de rechazar. Pero cuando Caroline echa de menos a sus verdaderos padres, su Otra Madre la permite elegir. Aunque ya ha plantado la semilla de la duda.
Es aquí donde la Otra Madre desvela su verdadera naturaleza y se descubre el pastel. Cuando Caroline descubre que sus padres han desaparecido, y vuelve de nuevo con su Otra madre para pedirla explicaciones. Me encantó el momento, porque aunque el cuento ya posee una atmósfera oscura y de suspense, aquí hace un giro hacia el terror. En su segunda visita, el otro lado ha perdido su esplendor y ahora se dibuja más siniestro y peligroso.
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